Quién no se ha fijado en que al nacer los bebés tienen un claro instinto de supervivencia. Colocados sobre el pecho, buscan hasta encontrar el pezón de donde succionar; se agarran con fuerza a cualquier cosa que se les acerque a las manos para no caerse, duermen cuando están cansados y despiertan cuando tienen hambre. Observamos unos días más allá y muchos bebés lloran al ser colocados en una cuna, o bien se despiertan al poco rato de ser colocados en ella. En cambio, si son llevados en brazos o junto al cuerpo pueden pasarse horas durmiendo apaciblemente.
Muy pronto, en ocasiones ya al nacer, se les empieza a alterar su sabiduría instintiva. Se les da un chupete cuando lloran, se les retira del pecho cuando llevan demasiado rato o se han dormido, se les convence de que una superficie plana es el mejor sitio para dormir. Empieza ahí, en mi opinión, un proceso larguísimo de ir alejando a los bebés, más tarde a l@s niñ@s de un saber innato que al llegar a la edad adulta hemos perdido por completo.
Confiar en nuestros bebés es la mejor guía para cuidar de ell@s. Confiemos en que se retirarán del pecho cuando su hambre -física o emocional- esté saciada. Confiemos en que no van a llorar por capricho, sinó como expresión de alo que pasa.
Esta confianza puede enseñarnos muchísimo. Ellos saben, mejor que nadie, lo que les conviene, pero hay que estar dispuestos a escuchar, observar y ser pacientes.
Que blog tan estupendo tienes...enhorabuena por el!!
ResponderEliminarDesde hoy te sigo y te animo a conocer el mío http://creciendocondavid.blogspot.com/
Saludos.