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lunes, 14 de marzo de 2011

Por qué prescindí del chupete

Tal vez se pregunten ¿Por qué no me gustan los chupetes? Realmente de cada diez bebés tal vez haya solamente uno que no usa chupete. Mi idea no es convencer a nadie, como tampoco juzgar ni recomendar. Simplemente quiero explorar  uno de los temas sobre crianza que menos debate provoca. Otras cuestiones como el método para dormir a un bebé o el apego suscitan claras posturas antitéticas. Al parecer, el chupete es, sin embargo, aceptado y usado por la inmensa mayoría de padres occidentales.
Soy consciente que mi postura puede suscitar la polémica característica de la contracorriente. Me arriesgaré.

Para empezar, pensemos qué es un chupete y qué hacemos cuando lo damos a nuestros hijos.
Un chupete es un trozo de plástico (caucho, silicona, látex) que burdamente imita al pezón materno. Cuando lo damos, forzamos ese plástico en la boquita ansiosa de un recién nacido que lo chupa con ansiedad y por lo tanto lo acepta -sobre todo antes del mes y medio- volviéndose casi dependiente del chupete para calmarse.
A menudo, si se ha esperado un mes o más, el bebé no lo acepta con facilidad. Si me permiten una proyección, meter un chupete en la boca de un bebé cuando se expresa, porque el llanto del bebé es su modo de expresión, sería como si cada vez que hablamos alguien nos hiciese callar. Resultaría realmente fustrante.
Con frecuencia el mayor argumento a favor del uso del chupete es que actúa como ansiolítico. La necesidad de succión del bebé queda colmada. No obstante, si somos sinceros vemos que ese modo de colmarla es claramente un sucedáneo. El pecho materno, y no el chupete que lo imita, es el consuelo que el bebé busca.
¿Podemos permitirnos darle el pecho a nuestros bebés cada vez que lloran?
Nuestra cultura moderna y occidental es tal vez la única que manifiesta no poder, ya sea por falta de tiempo, de ganas o por comodidad. Temas mucho más amplios como la lactancia materna o la crianza natural vienen ahora a colación. Dar el pecho no es tan sólo una forma de alimentar, es mucho más: consuelo, comunicación, apego... En este contexto adquiere sentido la idea de lactancia a demanda.  A parte, claro está, de la consecución de una correcta producción de leche, la lactancia a demanda cubre la necesidad de succión de un recién nacido. Por eso, en muchas culturas, cuando un bebé llora se le pone al pecho. Obligar a un bebé a comer cuando no tiene hambre o hacerle aguantarse cuando la tiene, como se recomendaba durante décadas de lactancia con horarios, a parte de contra-natura fue una causa notable de fracasos en la lactancia materna. Por otra parte, al bebé hambriento y llorón había que calmarlo de alguna manera y posiblemente fuera así como se inventó el chupete.
Entre las razones más conocidas para postergar el uso del chupete se encuentran la instauración de la lactancia y la deformación del puente del paladar. La succión de un pedazo de caucho o silicona puede interferir en la manera como mama el bebé. El uso indiscriminado de chupete disminuye, por otra parte, las posibilidades que los padres tienen de conocer a su bebé. Los diferentes llantos tienen distintos significados que si aprendemos a conocer pueden servirnos para avanzarnos y evitarlos. Si se silencia sistemáticamente el llanto, no hacemos más que aumentar la inquietud del bebé y aplazar el momento de hacerle caso. No se debería usar chupete si no se ha intentado antes averiguar qué provoca el llanto y ver si se puede solucionar.
Entre las razones para usar el chupete se encuentra la preferencia de los padres a que el bebé chupe un objeto de plástico y no sus propios dedos y el poder ansiolítico-calmante. De fondo, debemos confesar que la razón más patente es la impaciencia de los padres ante el llanto y el deseo de acallarlo. Son los padres los que necesitan el chupete más que los bebés...
Para acabar, me gustaría compartir algunas prácticas que he llevado a cabo con mi bebé -no usuaria de chupete- y que reflexionando a posteriori se me presentan como pequeñas inversiones en la crianza de un bebé feliz.
*Dar el pecho cada vez que el bebé llora:
    
       -reduce el estrés que provoca el llanto
       -reduce las ocasiones en que se introduciría el chupete
       -estimula la producción de leche (logrando un óptimo nivel de producción de leche durante el primer mes y medio ya que la succión no nutritiva -cuando el bebé no traga- estimula también)

*Atender rápido al bebé cada vez que llora o se queja:
     -disminuye el estrés que le crea llorar
     -reduce las ocasiones en que el llanto aumenta y se vuelve inconsolable
     -permite que conozcamos mejor a nuestro bebé y podamos avanzarnos a su incomodidad

A medida que el bebé crece aprende a decir que no necesita el pecho de manera que no hay que temer que la situación se convierta en un bebé a un pecho pegado.

Para acabar, a mi parecer mucho mejor que usar chupete sería intentar comprender a nuestros bebés y reducir las situaciones de llanto. Pensemos que en algunas culturas (esquimales, africanas) los bebés apenas lloran. ¿Por qué es eso así? Seguramente porqué sus necesidades básicas son atendidas con inmediatez: son llevados siempre encima y se les da el pecho siempre que se quejan.
Puedo adelantarme a la crítica que fácilmente surgirá de que en esas culturas tienen mucho tiempo y pueden permitirse llevar el bebé aupa o dar el pecho en lugar del chupete. Sería entrar en otra discusión referirse al tiempo que dedicamos a nuestros hijos en el mundo occidental. Dejo este debate para otra ocasión.

jueves, 10 de marzo de 2011

El descubrimiento del instinto y de la lactancia materna

Durante el embarazo nadie me había dicho que la lactancia sería una de las experiencias más complejas, a la par que bellas, de la vida. Tan sólo una matrona fantástica que atendió mi parto me comentó que si tenía dudas con la lactancia la podía ir a ver. Mi hija nació el día del sorteo de la lotería a mediodía en un parto fantástico, sin epidural ni episiotomía. Al momento mismo me la pusieron al pecho y recuerdo que en aquel instante pensé que nunca antes, cuando visualizaba como sería el parto, había pensado como sería dar de mamar. Nuestro principio fue muy bueno, creo. La subida de la leche fue un poco dolorosa pero en general podíamos estar muy contentas. Nunca tuve dolor ni grietas. El primer y único disgusto fue cuando en la primera visita al pediatra mi hija había perdido más de 250gr.
La enfermera consideró que tendríamos que pesarla cada día y al tercer día nos habló de introducir un complemento. Yo no tenía ni idea de que un suplemento significaba un intruso en la LM... pero al oirlo una especie de instinto de protección me puso en alerta. La enfermera mencionó biberón y jeringa y ante la primera palabra yo retrocedí y le dije que no queríamos biberones de ninguna manera. Nos enseñó a usar la jeringa. Sin haber leído mucho antes sobre lactancia mi instinto me iba guiando. Poco antes del parto había cogido en una biblioteca un libro de Marie Thiéron en el que explica detalladamente cómo se da la producción de leche. Algo me decía que si le dabamos un suplemento de Nutribén como nos aconsejaban los profesionales de la medicina, la demanda de leche materna disminuiría.
Tal vez fui demasiado atrevida pero desde el principio me negué a darle un suplemento en cada toma. Me compré un saca leches e intenté darle todo lo que me podía sacar, además de darle el pecho cada vez que se quejaba.
A los 23 días de vida le cortaron el frenillo y pese a haber sido muy atrevida (a la par que confiada en el instinto) y haber ocultado a los médicos que no le daba el suplemento que nos habían dicho, mi hija empezaba a augmentar de peso. A las 6 semanas ya había augmentado casi medio kg respecto del peso de nacimiento, que no era mucho, pero me sentí tan feliz de haberlo conseguido siguiendo mi instinto e intentando mejorar con la lactancia, cada día un poco más.
Quería compartir que, en mi experiencia,  si confiamos en nuestro bebé, hacemos lo correcto. Ella llora solo cuando tiene hambre de manera que durante días le daba el pecho todas las veces que gimoteaba y ella cada vez lo cogía y poco a poco iba tragando más.
En fin, me hacía ilusión compartir esta historia, como también me hará oir las vuestras y seguir por aquí una rica experiencia de la lactancia. Gracias por leerme!