About me and my blog

viernes, 28 de octubre de 2011

A day trip to the city

Today we've gone to, in my opinion, the most enchanting neighborhood in Barcelona; Gracia. It was my idea to do a trip once a week but since it has been raining most of the week we have kept putting it of until today. It was raining as we set out this morning but my Little One seemed to enjoy the rain on her face.



One of the most exciting things of this neighborhood is that you always find a new store, workshop, or whatever and they can be incredibly creative. Today we have discovered a bagel shop! I adore bagels and was very disappointed to find out that the one bagel shop in Barcelona (Canuda st.) had been swept away by the ¿?crisis. So first thing on our arrival to the Plaza del Sol this morning, this pretty tiny corner shop with a large assortment of bagels. Later on we have dropped by the English 2nd hand bookstore and bought a book for papatò, another one for mamatò, and a Charlie and Lola board book for Little one. They had a cozy nook for children and she has enjoyed it until the lower shelves of bookcases were too appealing. One of her favorite activities currently is to take books out of the shelf...
We have had lunch at a gorgeous place called La Nena, a child-friendly restaurant where my lovely daughter has played a while with some blocks and then dived into her father's salad to pick the tomatoes. I have enjoyed a quiche and a mango juice myself. We have later got some nice tea, the expensive one we seldom buy. Its sweet parfum will remind us of a wonderful day.
Just rambling is wonderful. There are so many things to look at and enjoy.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Ten months already

Alongside this change of style I have decided to make, I will also change the language I use.
Now that my baby has turned ten months, I will start keeping a journal of her progress and of the activities we do. She has already a journal where I write to her since before her birth. The one here intends to be of a more public nature.
Some months ago, when she was around six and a half months and starting to sit upright on her own I collected some sensorial items and placed them on a basket.




This idea was inspired by Montessori's treasure baskets. Some of the objects I gathered were: a pineapple, a toothbrush, a silk neckerchief, a piece of string, a shell, a tiny tin box, a beaded necklace. She used to devote much time and dedication to the objects in that treasure basket, picking up one by one and scattering them all.


Today -she is ten months already- I placed the basket on her playing mat again, after having removed it for some weeks, and not only has she showed interest again but a kind of "I am already acquainted with this" feeling. She has taken every object and played with her favorite; the necklace, until one of her feet has got caught in it.

martes, 25 de octubre de 2011

Peces que se muerden las colas II

Y con este artículo, ahora sí, cierro una etapa para dar paso a un blog más dinámico donde daré cuenta de las actividades que hacemos mi hija y yo en el día a día. No digo que nunca más vaya a publicar un artículo de opinión, reflexión o similar, pero en general discurriré más acerca de educación que de crianza. Ha llegado un momento en que parece que siempre digo lo mismo, y no quisiera hacerme pesada...
Para despedir este bloque, dejadme expresar, a modo de resumen, algunas de las ideas que me vienen a la cabeza cuando pienso que somos minoría los que criamos con respeto y apego.
Una conocida que tiene dos hijos me comentaba hoy cómo con su primer hijo, que ahora tiene 4 años, llevó a cabo una crianza más bien convencional y no tenía buena relación con él. Al nacer su segundo hijo, su manera de entender la crianza cambió y se volvió mucho más respetuosa, cambios que aplicó, como es natural a su relación con el hijo mayor y su relación, dice, también mejoró. Ahora se entienden muy bien. Yo le he preguntado qué es lo que le hizo cambiar de perspectiva y su respuesta ha sido rotunda: tener tiempo.
Y sí, me parece que tener tiempo es algo esencial para criar a hijos sanos, llevando a cabo una relación saludable y respetuosa. Y precisamente, tiempo es lo que generalmente nos falta en nuestra sociedad y época.
Por falta de tiempo, multitud de bebés van a la guardería a una edad demasiada temprana y pasan en ellas demasiado tiempo. Por falta de tiempo, la introducción de alimentos y el destete se hacen a una edad demasiado temprana y de maneras no respetuosas. Por falta de tiempo, se ignoran necesidades vitales del bebé como la fusión emocional con uno de sus cuidadores. Y así podríamos seguir haciendo una lista.
El pez se muerde la cola porque para que el bebé pueda quedarse con alguien que no es la madre, deberá dejar de tomar pecho -si es que tomaba, claro-; en vez de alimentos sólidos, para los cuales los bebés humanos están preparados tomará papillas y triturados por mor de la falta de tiempo (a parte de por miedos varios). Por falta de tiempo, en definitiva, el bebé queda arrojado fuera de la fusión con la madre y expuesto, quien sabe, a situaciones en que no se respetan su naturaleza e individualidad.

Visita al Piccolo Mondo

Esta mañana hemos ido a visitar una escuela para peques que trabaja con el proyecto educativo Reggio Emilia. Me interesaba ver qué reacción tenía mi hija de nueve meses ante unas salas donde hacen diversos talleres (con la luz, las sombras, espejos, materiales de todo tipo) y si tenía ganas de estar con los demás niños. Normalmente cuando vienen niños a casa o vamos a algún sitio donde los hay, da muestras de que le gustan, pero esa atracción no se traduce en una socialización inmediata, ni mucho menos.
Con esta visita a la escuela quería observar si mi hija estaría a gusto entre otros niños, pero ella no ha querido despegarse de mí en ningún momento. Los niños que había allí de entre 5 y 12 meses, no parecían especialmente contentos. Me ha convencido de que ahora mismo no es el momento.
De la manera como veo yo la educación, el papel de los padres es inmenso. Soy consciente que no todo el mundo puede, ni quiere, implicarse en una educación total de sus hijos. Por el contrario, para mí es una necesidad y un deseo. Formar parte del proceso diario de descubrir, manipular, admirarse, jugar... al lado de mi hija es una experiencia enriquecedora y gratificante.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Peces que se muerden las colas

Con el artículo que hoy empiezo a escribir, me parece que inicio un cambio en mi blog. Un cambio que ya hace tiempo que vengo meditando. Desde el inicio, la forma cómo he ido escribiendo estos artículos, por deformación profesional, ha adoptado un tono tal vez un tanto académico-pedante que no siempre me satisface. La experiencia de la maternidad, rica como es, puede ser mostrada mediante textos más amables, seguramente, con menos pompa teórica. Es por eso que con este texto que tengo entre manos me voy a despedir para dar paso a un blog más dinámico y fresco, con alguna imagen tal vez, y en todo caso a modo de diario de la educación en casa que seguimos y que nos tiene entusiasmados a todos.
Me viene a la cabeza la idea de peces que se muerden las colas cada vez que pienso en la cantidad de ocasiones en que el instinto, algo natural en todas las mujeres al ser madres, queda bloqueado y sustituído. La maternidad comienza ya durante el embarazo pero más de una coincidirá conmigo en que realmente hasta que no nace el bebé, el primero, no se siente como se abre un mundo nuevo.
Numerosas conversaciones con otras madres me incita a generalizar, aunque mi juicio no pretende ser para nada empiria, que cuando un parto ha sido natural (o normal, como se empeñan en llamarlo ahora) el instinto fluye mejor.
Me explicaré: cuando el parto es natural, sin anestesias que duerman a madre y bebé, las hormonas que ascienden con ímpetu a flor de piel liberan una especie de instinto milenario que cuidan de la mamá y le dan una fuerza y confianza increíble. En los primeros momentos, la lactancia fluye mucho mejor que cuando ha habido obstáculos (anestesia, cesárea, etc.). Si la madre se abandona al instinto seguramente confiará más en el éxito de la lactancia... y de ahí tal vez se vayan hilando uno tras otro modos de criar que podríamos llamar "naturales" o de los que surge un manto de apego.
La lactancia conduce a una proximidad entre mamá y bebé que, en muchas ocasiones, crea más y más apego. Pronto la mamá puede que se de cuenta, con sorpresa, pues su imaginario está lleno de cunas, cochecitos y demás artilugios, de que el bebé duerme plácidamente en sus brazos pero que si lo deja en una superficie plana no tarda en despertarse. Tal vez, de esa manera pase a portearlo gran parte del tiempo. El apego crea más apego y seguramente por la noche no conciba dejar al bebé en otro sitio y duermen una al lado del otro.
Luego llega la época en que la mayoría de bebés en nuestra sociedad son mandados a la guardería, cual quinto enviado a la mili, y nace el deseo de continuar al lado de esa criatura que ya ha empezado a deplazarse, tal vez, por propia iniciativa, pero que nos necesita y confía en que siempre estamos a su alcance. El apego que se ha ido tejiendo puede que sea ya tan fuerte que nos planteemos la manera para quedarnos con nuestra cría.
Si por el contrario, nuestro bebé, tal vez destetado a la segunda semana porque la madre desconfía de su capacidad de amamantar, que puede que se pase la mayor parte del tiempo en una cuna y, quien sabe, haya sido puesto a dormir en una habitación solo ya al volver del hospital, los hilos con los que se teje el apego han sido sesgado desde muy temprano, es más que probable que éste no se forme nunca. El bebé, deseoso de calor materno, llorará mucho más, con lo que tal vez se cree más distancia. Y así, poco a poco, los padres perciben al bebé, seguramente inconscientemente, como un intruso en sus vidas. Puede que tener que dormirlo les suponga un engorro tan grande que opten por dejarlo llorar solo hasta que "aprenda" a dormir. Puede que lo lleven a la guardería tan pronto como se acabe la escueta baja maternal. Incluso puede que conciban todo esto como lo más normal... Y luego vendrán las enfermedades, más fruto de la desprotección emocional y de la falta de leche materna que de los virus y bacterias...
Lo más triste es que en el segundo caso se habrán perdido la infinita ternura de ser uno con el bebé, de mirarlo durante incontables horas, de la cálida unión de darle teta. Pero sobre todo se habrá perdido irremisiblemente la semilla de un fruto maravilloso que representa el apego.