Esta mañana hemos ido a visitar una escuela para peques que trabaja con el proyecto educativo Reggio Emilia. Me interesaba ver qué reacción tenía mi hija de nueve meses ante unas salas donde hacen diversos talleres (con la luz, las sombras, espejos, materiales de todo tipo) y si tenía ganas de estar con los demás niños. Normalmente cuando vienen niños a casa o vamos a algún sitio donde los hay, da muestras de que le gustan, pero esa atracción no se traduce en una socialización inmediata, ni mucho menos.
Con esta visita a la escuela quería observar si mi hija estaría a gusto entre otros niños, pero ella no ha querido despegarse de mí en ningún momento. Los niños que había allí de entre 5 y 12 meses, no parecían especialmente contentos. Me ha convencido de que ahora mismo no es el momento.
De la manera como veo yo la educación, el papel de los padres es inmenso. Soy consciente que no todo el mundo puede, ni quiere, implicarse en una educación total de sus hijos. Por el contrario, para mí es una necesidad y un deseo. Formar parte del proceso diario de descubrir, manipular, admirarse, jugar... al lado de mi hija es una experiencia enriquecedora y gratificante.
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