A menudo ocurre que antes de tener una experiencia en carne propia no somos capaces ni de imaginar lo que será. En mi caso, antes de la maternidad no había cuestionado la existencia de objetos que en el imaginario colectivo (moderno) se presuponen como inherentes a la infancia: cunas, cochecitos, biberones, chupetes... De hecho, aunque no había comprado prácticamente nada para el bebé que iba a tener, me habían pasado y regalado muchas cosas, entre ellas más de un moisés. Cual sorpresa no fue para mí descubrir que mi instinto me guiaba más que cualquier forma de crianza perpetuada por los medios modernos (la tele básicamente). Desde el primer contacto con mi hija, supe que no iba a utilizar un chupete ni un biberón, ambos sustitutos de la madre. A base de experiencia, unas semanas más tarde descubrí que tampoco deseaba usar el cochecito ni el moisés. Un portabebés y nuestra cama eran ideales. El contacto contínuo con mi hija era además de una necesidad fruto del deseo.
Empecé a plantearme entonces porqué tantos objetos relacionados con la infancia parecen imperiosamente necesarios y se ven por doquier. El bebé es feliz succionando. La teta está diseñada por la naturaleza para esa función. La necesidad de alimento la puede colmar la teta, la necesidad de succión también. ¿Por qué entonces parece que no pueda haber bebé sin chupete y/o biberón?
En mi opinión, en primer lugar, porqué se nos han vendido desde hace años las ideas de independencia y liberación. Niños autónomos, madres independientes, liberadas... Todo ello una trampa enorme ya que no hay niño autónomo si no se ha satisfacido antes sus necesidades de dependencia. No hay madre liberada si acaba viendo en los que la sustituyen (ya sean personas u objetos) figuras que le arrebatan una parte de su ser.
En segundo lugar, porqué en un mundo capitalista-consumista se tiene que vender y qué sería el mercado si todos los padres que tienen un bebé se negasen a comprar chupetes, biberones, leche en polvo, cochecitos, cunas... (y actualmente incluso vacunas adicionales).
Personalmente, que iba a prescindir totalmente de los sustitutos de la teta se me presentó como una visión clara y nítida al principio mismo del postparto. Ahora, pasados tres meses del nacimiento de mi hija, puedo decir firmemente que de los sustitutos de los brazos y del contacto físico también prescindo.
En tercer y último lugar, y este lo digo en voz un poquito más baja, porqué alrededor de la crianza de un hijo hay muchos opiniólogos que con sus consejos no solicitados incitan a madres y padres jóvenes a creer que los sustitutos de la madre son necesarios. Necesidades creadas, vaya...
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